He pensado que tal vez la mejor opción para llevar bien esta vida sea el pesimismo, pero el pesimismo concienciado. No ese que algunos eligen para llevar sus vidas al desastre y tener una razón por la que decir "Sabía que esto pasaría". No ese otro que te empuja a que, aunque las cosas vayan bien, exactamente al revés de como habías pensado, cambien radicalmente de dirección para acabar siendo un desastre previamente anunciado. Tampoco el que te hace creer que las estrellas se han alineado en el firmamento para destrozar tus planes.
El pesimismo concienciado es en el que piensas cuando cabe la mínima posibilidad de que las cosas salgan mal. Y lo harán. Pero siempre albergando la pequeña esperanza de que no ocurra así. El pesimismo concienciado es el que hace que abras los ojos cada mañana diciéndote a ti mismo lo horrible que puede llegar a ser el día, pero que cuando te miras al espejo te hace pensar "es posible que no sea tan malo". El pesimismo concienciado es el que, por mucho que te convenzas a ti mismo de que no va a salir bien, te permite disfrutar del camino. Eso sí, eliminando por completo el peor momento: la víspera de expectativas.
Si no esperas gran cosa, no hay tantas cosas que puedan fallar. Es lo peor de todo el proceso, que dejas de esperar actos que seguramente, te harían el camino mucho más sencillo. Está claro que ninguna opción es 100% sana. Pero después de haber aprendido a volar sin alas, es duro pensar que tienes que dejar de pensar que los demás también pueden hacerlo.
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