jueves, 30 de septiembre de 2010

Hipocresía consentida

No necesito que nadie me dé su aprobación, que nadie sepa lo que hay. Nadie tiene que saber qué significa cada palabra, cada gesto, cada pensamiento ni cada sentimiento. Ninguno de todos los seres que me rodean sienten la necesidad de leer palabras de mi cabeza, no existe todavía ente humano ante el cual tenga que responder con mis letras. ¿Entonces por qué tú, que tanto hablas de eso que dices sentir, tienes la necesidad de mostrarlo al mundo entero?
El día que tenga que escribir y describir lo que siento para que el resto del mundo lo sepa, es que todo habrá dejado de tener sentido, y lo único que querré entonces, será ocultar algo que en realidad, no quiero que nadie sepa. Tal vez no sean formas ni maneras, tal vez no lo entiendas, o tal vez sí, pero me da igual. Lo que yo quiera o no quiera es cosa mía y de quien competa. Pero jamás siento la necesidad de decirle al mundo entero algo que hay dentro de mí y que sólo yo y quien deba, conocemos. Tener que decirle a todo el mundo lo que es, te destrozará, porque sabrás que tú no sientes lo que dices, que dañas a quien incumbes, y sobre todo, que nadie te creerá cuando lo sientas de verdad.

miércoles, 22 de septiembre de 2010

Canto a la libertad


He sido, soy y seré hasta el fin de mis días una fiel defensora de la libertad de expresión, pero como todo en un mundo equilibrado, existen límites. Dudo que la libertad de expresión dé luz verde para insultar de forma gratuita o mostrar vilipendio abiertamente hacia cualquier cosa o ser, pero lo que más daña a mis ojos es que un medio, considerado uno de los más importantes del estado, referente para muchas personas -entres las que yo no me incluyo- publiquen artículos de este tipo.
Hemos aprendido a lo largo de la vida que la crítica no es mala, en la mayoría de las veces, bien expresada, podemos tener críticas constructivas con las que podemos crecer como personas, pero permitir que un "..." (no existen palabras para definirlo) publique un artículo de mofa, injurias e improperios, a quien muchos consideramos una gran persona, hace que me hierva la sangre.
Esto da que pensar. Si un individuo, además de intentar denigrar a José Antonio Labordeta, cosa que no se consigue tan fácilmente, publica un artículo en El Mundo insistiendo en la importancia de dejar atrás el mundo de mochila que él defendió, cortar senderos y caminos, talar árboles y levantar una gran masa de cemento y luces en los pocos rincones verdes que cubren el estado... ¿qué nos queda pensar? Está claro que los artículos de opinión no son escritos por el medio en sí -aunque en ocasiones, casi es dudoso- y que las opiniones ahí expuestas, no salen de las mentes de los redactores de El Mundo, pero ¿qué pasa cuando permiten publicar tal tipo de aberraciones? ¿Debemos pensar que ellos piensan lo mismo? Esto es increíble, incluso para el diario El Mundo. ¡Qué triste! Sólo espero que Salvador Sostres y el diario El Mundo queden petrificados en una placa de cemento en la construcción de un casino, que ahí se queden y que sólo podamos mirarlos y decir "¡Qué feliz fui el día que se convirtieron en piedra y pasaron a la historia!"