
He sido, soy y seré hasta el fin de mis días una fiel defensora de la libertad de expresión, pero como todo en un mundo equilibrado, existen límites. Dudo que la libertad de expresión dé luz verde para insultar de forma gratuita o mostrar vilipendio abiertamente hacia cualquier cosa o ser, pero lo que más daña a mis ojos es que un medio, considerado uno de los más importantes del estado, referente para muchas personas -entres las que yo no me incluyo- publiquen artículos de este tipo.
Hemos aprendido a lo largo de la vida que la crítica no es mala, en la mayoría de las veces, bien expresada, podemos tener críticas constructivas con las que podemos crecer como personas, pero permitir que un "..." (no existen palabras para definirlo) publique un artículo de mofa, injurias e improperios, a quien muchos consideramos una gran persona, hace que me hierva la sangre.
Esto da que pensar. Si un individuo, además de intentar denigrar a José Antonio Labordeta, cosa que no se consigue tan fácilmente, publica un artículo en El Mundo insistiendo en la importancia de dejar atrás el mundo de mochila que él defendió, cortar senderos y caminos, talar árboles y levantar una gran masa de cemento y luces en los pocos rincones verdes que cubren el estado... ¿qué nos queda pensar? Está claro que los artículos de opinión no son escritos por el medio en sí -aunque en ocasiones, casi es dudoso- y que las opiniones ahí expuestas, no salen de las mentes de los redactores de El Mundo, pero ¿qué pasa cuando permiten publicar tal tipo de aberraciones? ¿Debemos pensar que ellos piensan lo mismo? Esto es increíble, incluso para el diario El Mundo. ¡Qué triste! Sólo espero que Salvador Sostres y el diario El Mundo queden petrificados en una placa de cemento en la construcción de un casino, que ahí se queden y que sólo podamos mirarlos y decir "¡Qué feliz fui el día que se convirtieron en piedra y pasaron a la historia!"
Hemos aprendido a lo largo de la vida que la crítica no es mala, en la mayoría de las veces, bien expresada, podemos tener críticas constructivas con las que podemos crecer como personas, pero permitir que un "..." (no existen palabras para definirlo) publique un artículo de mofa, injurias e improperios, a quien muchos consideramos una gran persona, hace que me hierva la sangre.
Esto da que pensar. Si un individuo, además de intentar denigrar a José Antonio Labordeta, cosa que no se consigue tan fácilmente, publica un artículo en El Mundo insistiendo en la importancia de dejar atrás el mundo de mochila que él defendió, cortar senderos y caminos, talar árboles y levantar una gran masa de cemento y luces en los pocos rincones verdes que cubren el estado... ¿qué nos queda pensar? Está claro que los artículos de opinión no son escritos por el medio en sí -aunque en ocasiones, casi es dudoso- y que las opiniones ahí expuestas, no salen de las mentes de los redactores de El Mundo, pero ¿qué pasa cuando permiten publicar tal tipo de aberraciones? ¿Debemos pensar que ellos piensan lo mismo? Esto es increíble, incluso para el diario El Mundo. ¡Qué triste! Sólo espero que Salvador Sostres y el diario El Mundo queden petrificados en una placa de cemento en la construcción de un casino, que ahí se queden y que sólo podamos mirarlos y decir "¡Qué feliz fui el día que se convirtieron en piedra y pasaron a la historia!"
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