jueves, 10 de marzo de 2011

La generación olvidada

Al acabar el instituto nos quitaron nuestra ortografía, con la que habíamos aprendido a hablar en galego. Tuvimos que aprender desde cero una nueva a dos meses de presentarnos a las pruebas de acceso a la universidad. Tres meses después de llegar a la universidad, nos obligaron a bajar cinco pisos en los diez minutos que teníamos de descanso para fumar un cigarro. Cuando terminamos la carrera, nos obligaron -en plena crisis económica, con un 20% de desempleo y más de un 40% de desempleo en jóvenes titulados, a firmar un contrato de por vida para poder cobrar nuestra íntegra pensión, cosa que para muchos nos fue imposible. En esa misma época, nos prohibieron descargar música, series y películas para verlas en casa mientras en la tele, lo único que podíamos ver era basura. Mientras, en Alemania, nos reclamaban, a todos los licenciados sin trabajo, para irnos a su país, a trabajar por el triple de sueldo pagando la mitad de alquiler, a beber cerveza barata en la puerta del bar o a fumar un cigarro en una cafetería. Esto era cuando vivíamos en democracia, cuando lo único que nos decían era que teníamos que llegar a los mismos niveles del resto de Europa, y lo único que consiguieran fue superar en gilipolleces a algunos países, crear sistemas educativos "a la europea" que redujeron enormemente la capacidad de propia opinión de las personas y convertirnos en un país involucionado. Todo, cuando entonces, vivíamos en democracia y se supone que nosotros decidíamos nuestro futuro. Pero a mí, mis abuelos me decían que ellos habían vivido mal. No lo dudo, pero a nosotros, la generación olvidada, no nos dejaron vivir.

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